Y otros tantos Cuerpos a los cuales habito y que podría sin lugar a dudas darle el nombre adecuado son en forma total o parcial una caja de resonancias la mayoría de las veces. También pueden aceptar las disonancias.
Mis ideas sobre este Templo que habito al que identifico como «mi cuerpo» se nutren de mi entorno espontáneo o virtualmente presente. Mi escritura se pule, y tú allí, tú que lees, me estás ayudando a pulir la palabra, la sílaba, la rima y el adjetivo. El Verbo.
Mi cuerpo existió mucho antes del ‘verbo’. Es por esa razón, que mis venas son ríos henchidos de sustratos y vitaminas que nutren cada porción de mi anatomía.
Mi viaje es metafórico y metonímico, y, lógicamente, desde el momento en que escribo con verbos llenos de aire, o de éter -en suma de conceptos – también es un viaje metafísico.
A ese viaje me estoy convidando, y al convidarme, te convido: antes del verbo mi cuerpo fue célula, y mucho, mucho antes solo un atado de genes que condicionaron mis canas y mis ojos, mi lengua y mi rostro. (Todavía no aparece el lector de metoposcopia que me pueda leer, ni yo puedo hacerlo cuando enfrento al espejo cada mañana).
Paraíso o Infierno? Refugio o Laberinto? Y por qué no todo eso?
He estado buscando ese lugar de ‘paraíso’, es cierto, muchas veces está realmente perdido. Pero cuando lo atisbo a través de una ventana, o de un perfume, de un lugar, de una memoria, una mirada, un beso, una caricia, cuando lo percibo me inundo de una época, de mi madre, de mi abuela, mis abuelas, y tantos otros cuerpos con ropajes o desnudos que habitan por segundos mi recuerdo. Y allí mismo, en ese instante me llega el rincón de infierno, pues no lo nombro a él, a mi padre. Y mis rincones de infierno le son dedicados. Para encontrar un rincón de padre debo hacer esfuerzos, pero si me llega cuando estoy en el mar. Es lo que me dejó, y ya es bastante, pues vivo muy cerca, por no decir dentro del mar. Veo que el mar es madre y padre. Y que mi cuerpo se entretiene a sacar el agua con una conchita para vaciarla en mi memoria y apagar el fuego del infierno.
En suma, más avanzo en el tiempo calendario y más realizo milagros corporales. Mi cuerpo ajado, convexo, saca fuerzas de su historia, y más a menudo que raramente, se agasaja con las imágenes del archivo. Desde ese archivo cuasi secreto me llegan los estímulos, Eros, Dionisio, Galatea, Edipo y varios otros rincones míticos, vivos, vitales cual ramillete de flores silvestres de tantos colores y fragancias sutiles. Entonces reconozco mi Cuerpo Refugio!
Como humano con mente y quien tiene este atributo, es decir todo homo sapiens varón o fémina, soy complejo. Esta complejidad se transforma como por magia en un ‘laberinto’. Allí camino, me reflejo en lunas o en lagunas tersas, me echo a rodar y … cataplín, encuentro una muralla, una barricada, un freno … A volver atrás, recomenzar por otro sendero…mi brazo que se levanta, mi pierna que queda rezagada, mis rincones genitales que duermen o se despiertan, mi respiración calma y dulce, mi corazón que se evidencia, mi estómago canta, mi paisaje pupilar se cubre con velo de bruma, de artificios … retomo la ruta de los dedos que ya han aprendido casi a volar sin tener alas, así, así, voy viviendo, construyendo y deshaciendo mi laberinto, en el fondo de una caverna con música fetal.
Me he cansado por ahora, me repliego a mi refugio.

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